Contribuyentes

Con la tecnología de Blogger.

lunes, 29 de abril de 2013

Capítulo 1: De camino a Kolkata

Después de comer, volvemos a revisar por milésima vez la lista de todo lo que tenemos que llevar, intentando no olvidarnos nada. Los minutos se me hacen eternos y tengo unas ganas inaguantables de salir camino de la estación para subir al tren y verme cuanto antes con los billetes de avión en la mano, tener la maleta facturada y poder decir: Ahora, ya no hay vuelta atrás.
A media tarde, cogemos nuestras maletas (que a mi gusto, ya van demasiado llenas...suerte que ya la he llenado pensando en tirar la mitad de su contenido por el camino...) y nos vamos para la estación.
Después de algo más de una hora en tren, estamos en el aeropuerto de Frankfurt. Antes de facturar las mochilas, reorganizamos un poco el contenido de nuestra pequeña mochila, que llevaremos como equipaje de mano, con algo de comida, algún que otro medicamento, por si acaso, y documentación y papeles varios. 
Nos vamos a por nuestros billetes y facturamos las maletas, que nos aseguran que mandaran directamente a Kolkata (por si acaso, ¡siempre hay que asegurarse!)


El tiempo de espera en el aeropuerto se hace un poco largo, pero el embarque empieza puntual, y después de revisar los pasaportes un par de veces más, empezamos a subir al avión. 
Creo que no hace falta que comente que este avión tiene pocas cosas en común con los aviones de Ryanair...tenemos hasta televisión en cada asiento, una manta y cojín. (Bueno, supongo que lo normal para cualquier otra compañía que no sea de bajo coste). No sufrimos ningún retraso, tampoco para el despegue y al poco de despegar, nos dan un pequeño aperitivo para abrir el apetito antes de la cena. 
La cena está mucho mejor de lo que esperaba, después de leer varias críticas sobre la comida en los aviones. Nos dan a elegir entre menú vegetariano o normal y opto por el vegetariano, que resulta ser un sabroso Palak Paneer (espinacas con queso indio (paneer)). Para mi, uno de los mejores platos indios. Además, la cena viene acompañada con una pequeña ensalada, y un postre que a día de hoy aún no he conseguido averiguar qué era, pero que tampoco era para tirar cohetes. Aquí una foto de dicho manjar.


Poco después de la cena, nos dieron un papel que había que rellenar antes de pasar por el control del aeropuerto de Delhi. Como nosotros no saliamos del aeropuerto en Delhi, tuvimos que entregarlo en el aeropuerto de Kolkata. Básicamente, hay que rellenar los datos personales, finalidad del viaje, duración de la estancia y número de pasaporte y de visado. 
La noche transcurre mejor de lo que me había imaginado, y consigo pegar pequeñas cabezadas, hasta poco más de las 6 (hora local en Delhi), así que faltan algo más de 3 horas para llegar. Creo que lo peor de todo, es la última hora, apenas consigo quedarme quieta en mi sitio. No hago más que juguetear con la pantalla y los diferentes mapas que muestran en qué punto estamos. Sobre las 8 de la mañana, nos traen el desayuno, que no está nada mal: un poco de fruta, una pasta y café o te, según el gusto.


Finalmente, cerca de las 10a.m. aterrizamos en el aeropuerto de Delhi. Antes del aterrizaje, apenas de puede ver nada por las ventanillas, solo blanco, una vez en el suelo, deducimos que es una espesa niebla que apenas permite ver lo que tienes justo delante. Llegamos sin retraso, prácticamente. Tenemos que recorrer varios pasillos hasta llegar a nuestro desvío, para aquellos que solo hacemos escala. Por suerte, somos de los primeros en llegar al control, y lo pasamos rápidamente. Para el control, evidentemente, hay dos filas diferentes (hombres y mujeres, por separado), y a las mujeres nos meten en un pequeño cuadrado cerrado por cortinas, y una (a veces, simpática) mujer nos pasa el detector y, si no nos detecta ninguna bomba escondida, nos sella el billete antes de dejarnos salir.
Finalmente, llegamos a la zona de salida de nuestro siguiente avión. Aquí, el aeropuerto tiene pocas diferencias con cualquier otro aeropuerto europeo. Toda la zona está repleta de tiendas, como Duty Free, claro, y otras muchas marcas conocidas. Lo único que diferencia este aeropuerto de cualquier otro es que aquí todo está señalizado con carteles bilingües, en inglés y hindi. 
Creo que esta fue la parte más larga de todo el viaje. Nuestro avión hacia Kolkata salía a las 15 h., y habíamos llegado a las 10 h., así que tuvimos tiempo más que de sobras para recorrer varias veces todas las tiendas del aeropuerto. Lo más curioso fue, cuando intentamos comprar algo. Teóricamente, solo en Duty Free puedes comprar con euros, pero en esta zona, dado que es zona de salida del país, no puedes cambiar dinero. Suerte que aquí empezamos a comprender como funciona la mayoría de cosas en la India. Esa es la teoría, pero después, la mayoría de tiendas también de aceptan euros, pero te dan el cambio en rupias. Así que después de comprar unos dulces de mango que nos llamaron la atención, conseguimos nuestras primeras rupias. Fue para lo único que valió la pena esta compra, porque los dulces de mango no valían mucho...
Mientras hacemos tiempo por las diversas tiendas del aeropuerto, Nils sufre de su primer problema estomacal (¡empieza pronto!), de origen desconocido, pues hemos comido lo mismo, la comida del avión, pero se ve obligado a darme la razón en que era buena idea llevar las pastillas contra la diarrea (Loperamid) en el equipaje de mano, así que las estrena, y al cabo de unas horas, parece sentirse un poco mejor.
Durante la espera, encontramos unas maravillosas tumbonas en una zona del aeropuerto con vistas a la pista, así que nos quedamos aquí, un poco amodorrados, hasta la hora de embarcar en el siguiente avión.
Anuncian 15 minutos de retraso en el vuelo, pero finalmente, el despegue es puntual, y el vuelo tranquilo. Este avión es bastante más pequeño, pero en la misma línea que el primero. Nos dan una rica merienda, también india. ¡Delicioso! 


En este avión, somos los únicos extranjeros, al menos, los únicos blanquitos, y nos sentimos un poco observados. El avión llega a Kolkata 30 minutos antes de la hora.
Poco antes de aterrizar, desde el avión podemos ver una negra cúpula en la que entra el avión, muy definida, aquí tenemos el famoso smog.
Lo primero que nos choca es la enorme diferencia entre el aeropuerto de Delhi y el de Kolkata. El aeropuerto de Kolkata es muy diferente, pequeño, viejo, poco cuidado, polvoriento y, también, un poco cutre. 
Recogemos nuestras maletas y nos vamos en busca de un taxi de prepago. El señor que atiende está tranquilamente hablando por teléfono y nos mira con cara de aburrimiento. Con mucha tranquilidad, termina su conversación y nos mira, sin decirnos nada. Deducimos que no es un hombre de muchas palabras y pedimos un taxi que nos lleve al hotel, nos pide 300 INR, me pregunto si aquí también se debe regatear o no, pero Nils paga sin protestar. Nos da una cuenta y salimos fuera con cara de turistas desorientados. Un grupo de indios se dan cuenta de ello, y en seguida, se nos acercan acompañandonos amablemente hasta nuestro taxi. Y una vez dentro del taxi, nos piden dinero. ¡Esto es la India! Le damos alguna rupia y se quedan contentos. Empieza nuestro recorrido por las calles de Kolkata. 
Supongo que muchos ya lo habréis leído, pero es inimaginable, ¡el tráfico! Caótico, ruidoso, polvoriento, peligroso, impresionante. Se le podrían atribuir muchos adjetivos, pero hasta que uno no lo ve, no se lo puede imaginar. No entiendo como no sufren más accidentes. Cada uno va por donde quiere, usan el pito para TODO, absolutamente TODO, y una gran parte circulan sin luces, sin intermitentes, y claro, sin cinturones de seguridad.
Las calles de Kolkata me sorprenden. Había leído mucho antes de venir, pero creo que el cansancio, el nerviosismo e, incluso, el cambio de horario, me dejan agotada y no sé como sentirme. Esto no es lo que yo esperaba, aunque mejor dicho, no sé qué me esperaba. 

El taxi pasa por algunas calles en las que me veo rezando para que no pare allí y nos diga que ya hemos llegado. Afortunadamente, no para. El taxista parece no tener muy claro donde ir, y llama por teléfono un par de veces e intenta preguntar a algún otro conductor por la dirección, pero sin parar, claro. Finalmente, vemos el hotel al otro lado de la calle. Bajamos del taxi y nos encontramos con nuestra primera gran aventura: cruzar la calle de doble sentido. La verdad es que tiene su mérito, para ser la primera vez, conseguimos hacerlo con éxito. 
Nos registramos en el hotel y subimos a la habitación. Y... bueno, podría ser peor.

El baño es casi la parte más tétrica del hotel, y para colmo, no tiene agua caliente. Suerte que no hace precisamente frío, pues en Kolkata hay clima tropical y el calor es extremadamente húmedo, también en marzo. El personal del hotel parece muy simpático y agradable, y la habitación es grande, un poco cutre, pero esta "limpia" que es lo importante. A pesar de que no es muy tarde, ya está todo oscuro. Preguntamos en el hotel por un sitio donde cambiar dinero, y nos acompaña uno de los empleados. Allí nos piden el pasaporte, y nos dan 7.000 INR por 100€. Después nos vamos a un ciber para poder informar de nuestra llegada, nos vuelven a pedir el pasaporte. Compramos un par de botellas de agua, justo en la puerta del hotel. Para lo que queráis una pequeña orientación de precios, esta vez nos cobraron 15 INR por una botella grande, pero al día siguiente, en cambio, 20 INR, así que bueno, es depende de como les dé. 
El hotel es "Broadway Hotel", a mi gusto, muy recomendable si llevas en el equipaje tapones para los oídos, pues la habitación era extremadamente ruidosa, ya que tiene una carretera con tráfico las 24 horas del día. Además, cerca, no sé exactamente en qué punto, debía haber una mezquita, pues cada X horas, sonaban unos megáfonos que, supongo, recordaban que era hora de rezar. La gente del hotel es MUY amable y educados, tienen servicio de habitaciones y estaban encantados en traer el desayuno a la habitación para conseguir una pequeña propina. Además, de todo los hoteles por los que pasamos, este fue el único en el que pasaron a limpiar y a cambiar las sábanas. 
Decidimos cenar en el mismo restaurante del hotel. Pedimos un par de platos que no tenemos mucha idea de qué son, y resulta ser paneer con garbanzos y arroz. Muy bueno. En todo el restaurante, soy la única mujer, y los únicos extranjeros, por lo cual, durante toda la cena, nos observan sin disimular. 
Y para acabar nuestro primer día por esta ciudad tan... diferente, ¡una ducha bien fresquita! 


Y a intentar dormir y descansar. 

0 comentarios:

Publicar un comentario